Yo soy Marita
Inocencia sin
justicia, justicia sin inocencia.
Diez años después,
ingenuamente
se sentirán salvos,
como si la Salvación viniera de los hombres,
y no de la conciencia.
Se agrieta el grito rosado
su martirio destiñe
el útero partido,
lodo adúltero salpicando
la balanza inclinada.
Débiles,
des-hombres
acoplados sin abrazo ni deseo,
incapaces de que los elija
hembra alguna si
no es sujeta
a la mordaza de su invirilidad.
Diez años después,
ingenuamente
se sentirán
salvos,
no saben
que el dolor es maldición
que vuelve
y la señal de Caín
marca su frente y su sexo,
seco andrajo que gotea lascivia
y pone
precio.
Puta alma,
desearás infierno,
pero ya la Madre apoya su
fuerza invencible
en contra de tu abuso,
y te aplasta,
apesto gusano cuyo hedor
espanta
la poca humanidad
vendida en celo.
Diez años después, nada termina.
En sus entierros, descorcharan
champagne,
hasta los perros.